viernes, 19 de noviembre de 2010

La Ciudadanía Humana, Parte II, página 57

       El Soporte a la Conciencia de la Humanidad Libre
 
Ofrecer un soporte ético para interpretar correctamente a la maquinaria biológica surgida en la Tierra se asemeja a un trabajo de ingeniería flexible. Abriendo camino por todo hueco de espacio y tiempo que lo permita y siempre para bien de la supervivencia general de la Vida sobre la Tierra. Trabajo multiplicativo y creciente, porque cada vez somos más células y cada vez mayores y mejores uniones entre ellas para producir órganos y tejidos biológicos entre todas las variedades de especies y seres. Y dicho trabajo creciente y genético ha formado cerebros muy evolucionados, alojando mentes racionales capaces de estudiar a la Vida de la que nace, es la mente humana.
 
Joven mente Humana, apenas con unos cientos de miles de años de evolución, que no se conforma con las fórmulas de los códigos genéticos, no sólo porque quedan muchos conocimiento biológicos que descubrir. También porque necesitamos fundamentos éticos más que democráticos o que nos impulsen hacia lo democrático, como vía del conocimiento colectivo y de mayores grandezas para las sabidurías individuales participantes. En definitiva la vida natural construye ingeniería y la vida natural/mental utiliza planos, normas y fórmulas escritas para estudiar la Vida y conocerla mejor, pero a la hora de intervenir, reproducir o modificar lo natural, y ante tanto que nos queda por saber de la maravilla biológica y genética de la Vida, necesitamos fuentes del conocimiento ético y en este caso del más lógico o razonado posible.
 
¿Qué papel juega o puede jugar en todo esto la mente/alma?. La Vida sin la mente puede existir, de hecho la mayor parte de la Vida ha sido sin mentes y sin cerebros. Pero si la mente está aquí, producida y evolucionada, es por algo, aunque sea casualidad. Así que mientras la Vida biológica no le encontremos una inteligencia comunicativa y dialogante podemos asumir, con la mayor responsabilidad posible, la voluntad racional y mental de la Vida en la Tierra, y entre todos los humanos somos los libres los más cercanos a este derecho. Si la Vida no la tenía: ahora tiene o puede tener voluntad inteligente y razonada a sus intereses generales, somos nosotros los humanos. Entonces, ¿qué hacemos con la Vida utilizando racionalmente lo que sabemos sobre ella y sobre el Cosmos?. Difícil respuesta, sobre todo si es colectiva y general, donde al menos algo seguro sabemos: podemos conocer aún más a la Vida surgida en la Tierra, incluidos nosotros los humanos, tanto como tejidos de biologías inteligentes (poco conocidas todavía) o como libre albedrío de mentalidades inteligentes (poco organizadas todavía). Para lo primero necesitamos microscopios digitales, aceleradores de partículas y redondas teorías; para lo segundo: urnas mundiales.
 
Aunque seamos individuos mortales: ¿qué hacemos con la Vida cuya edad es casi de cuatro mil millones de años y, por lo tanto, con una proyección inmortal?. Quizás todavía no seamos muy conscientes de la importancia vital a largo plazo y, más que mortales, somos "mortales e inmortales", mortal en lo individual e inmortal en nuestros máximos colectivos de la Vida (al menos la proyección inmortal de la Vida en la Tierra, incluida la Humanidad, es latente). Obviamente algo importante y ético requiere reunión de todos los "mortales/inmortales", que como tales nos auto reconozcamos, para que seamos conscientes de producir pensamientos con responsabilidades y coherencias no sólo a corto y medio plazo, también a muy largo plazo y respecto a la vida humana y su entorno natural.
 
Imaginemos al Hombre cuando es individual (superviviente, viviente, moribundo, naciente), el individuo humano luchando por ser mejor, contra sus excesos, vicios y errores, aliado de virtudes, requiriendo fuerzas civilizadas que todavía no posee. Pensar como un ciudadano humano ofrece, al menos, una cordura mental y democrática ante la Vida, lugar ideal para que parte del trabajo o pensamientos de un individuo encuentre esta proyección infinita a su generalidad humana, al menos con mínimo sentido racional y existencial; pero también para que esta generalidad de la proyección infinita humana encuentre al individuo y sepa de la personalidad mortal e irrepetible, singular entre muchos singulares. Necesitando muchos de los pensamientos y votos de todas las mentes individuales, conscientes y libres.
 
Obviamente no todos los humanos estamos preparados para descubrir o mostrar la Personalidad Colectiva Humana. Ni siquiera entre todos los humanos libres, y muchos necesitarían la "autorización" de su religión, otros muchos necesitarían el visto bueno de las élites de sus partidos políticos, otros muchos necesitarían vencer el miedo ante la opinión democrática y de sus diversos conocimientos humanos. Sopesando siempre que puedan ser perjudiciales para sus respectivos intereses o grupos económicos y sociales. Y otros muchos, pensamientos más que humanos, están vencidos por desconfiar de que ninguna democracia humana puede ya aliviar a la Tierra y, peor aún, que los humanos somos siempre malos con o sin democracias mundiales. Pero si todos los humanos libres somos capaces de mostrar una libertad común no cabe duda que también podemos mostrar una conciencia común. No tenemos otro soporte ético más lógico: la conciencia común de los humanos libes, el democrático oráculo al que periódica e inteligentmente deberíamos atender.
 
Trabajar o dilucidar por esta labor es razonablemente ético, a nivel general, siendo casi un privilegio poder actuar o votar como ciudadano humano. Y la Ciudadanía Humana, como asociación democrática de los humanos libres, está destinada a los que quieren ayudar a la Humanidad y no hallan una manera definitiva o con una buena cimentación que acerque a la realidad práctica. Aquí se ofrece por escrito una plataforma teórica junto que argumenta para ser comprendida por la gran mayoría de los humanos libres. Podemos situar como primera piedra de la cimentación una cuestión inicial al preguntarnos: ¿cómo obtener la consciencia colectiva y civilizada de la Humanidad libre?. La respuesta es la clave, porque con conciencia colectiva capaz de expresarse en muchos temas o cuestiones mundiales, no cabe duda, que a la Humanidad le irá mejor. Encontrar un modo correcto, legal y pacífico, que beneficie a todos los poderes públicos o no perjudique a ninguno, es la idea y, más que ideal, es el ánimo ético de esta iniciativa constructora.

Pero, ¿cómo se obtiene una conciencia colectiva para cualquier grupo de racionales?. Algo parece seguro: con método democrático y convocando votaciones con cuestiones adecuadas. Pero resulta que existe una gran variedad teórica e inicial de modelos democráticos: directos, para nombrar representantes, mixtos, métodos entre asociaciones democráticas oficiales y métodos entre las no oficiales, etcétera. Aquí tenemos una forma legal llamada "Democracia de Opinión". Con método capaz de formar una conciencia colectiva a través de "cuaderno de voto", donde se incluyan preguntas para docenas de votos). Con estos votos múltiples puede conseguirse una conciencia colectiva, pero si queremos una conciencia colectiva de lo más inteligente a nuestro alcance necesitaremos un complemento sabio: otro tipo o método democrático aquí llamado "Democracia de los Conocimientos" (en plural, porque son muchas las disciplinas o especialidades necesitadas bajo métodos democráticos). Votos múltiple reunidos en cuadernos.
 
En 1884, durante la Exposición Universal de Londres, un biólogo llamado Francis Galton (1822-1912), curiosamente primo de Charles Darwin, abrió al público un laboratorio antropométrico donde cualquiera podía realizar un test para medir su agudeza visual y algunas aptitudes sensomotoras. Nacía así el primer test conocido de la Historia, que abrió paso a la investigación científica del psiquismo humano. Porque años después, esta vez ya un psicólogo, James Mckeen Cattel (1860-1944), creó una serie de cuestionarios para valorar las capacidades mentales de las personas y lo llamó "test" (en inglés: "prueba") psicológico. Desatándose un furor popular por estas pruebas o cuestionarios psicológicos y a la par, conforme los tests ganaban popularidad, también incitaban desconfianza y desprestigio. Aún así, Alfred Binet (1857-1917), considerado el padre de la psicometría (la ciencia de los tests) consiguió desviar a los tests de los derroteros sensoriales que iban tomando y en 1905, junto a Théodore Simon, creó el primer test de inteligencia que tanto influyó en el desarrollo de la Psicología porque originó el concepto de "edad mental".
 
Anotamos este párrafo de la historia de la psicología porque todavía ningún test ha medido la personalidad colectiva o no está generalizado su conocimiento. Es decir, siguiendo el camino individual de la psicología, en 1912 el psicólogo alemán Stern ideó el famoso Cociente Intelectual, obteniéndolo de los resultados de unos nuevos tests psicológicos (el número del C.I. se obtiene dividiendo la edad mental por la cronológica y multiplicando el resultado por cien), lo que abrió el camino para lo que se llamó "prueba de carácter colectivo". Pruebas utilizadas por primera vez en la "American Psychological Association" para valorar las mentes de los reclutas del ejército estadounidense durante la I Guerra Mundial. Este primer test colectivo fue bautizado como "Stanford-Binet", pero no es un test colectivo, más bien es un test para valorar las mentes individuales de un colectivo, que es diferente.
 
Los test se perfeccionaron con David Wechsler y su escala de inteligencia (la llamada "Wechsler-Bellevue") en un prueba o test para adultos que hoy en día todavía es utilizada, es la célebre "Wais" (Wechsler Adult Intelligence Scale). Y esto es lo más cerca que estamos de pruebas para valorar una inteligencia colectiva porque Wechsler pretendía determinar el grado medio de inteligencia en la población de Estados Unidos Que "obtuvo" con once tests realizados a mil setecientos estadounidenses (elegidos estratégicamente entre diversas edades, niveles culturales y diferentes localizaciones geográficas) y su resultado fue de 90-100 de C.I. para la población estadounidense. Pero el test no lo hizo a toda la población adulta de EEUU, fue una aproximación, en definitiva una estimación. Además se medía la inteligencia, no la personalidad, porque la psicometría también precisa valorar las personalidades con pruebas o tests centrados en las virtudes o defectos afectivos, no sólo en los intelectuales.
 
En definitiva, si las preguntas inteligentes pueden formar un test para un individuo privado o para cada uno de los individuos de un colectivo: también para el colectivo en general. Quizás deban llamarse "tests sociológicos" en vez de "tests psicológicos", pero la personalidad colectiva también puede abordarse con preguntas inteligentes. De alguna manera dichas preguntas forman parte de nuestra memoria colectiva, incluso ancestral o mitológica. Por ejemplo la Esfinge de los antiguos griegos devoraba a quienes no respondían bien sus preguntas (a la que venció Edipo), o el Santo Grial al que supo responder Perceval, o el Chacal de los antiguos egipcios que no dejaba pasar al más allá a quienes no respondían correctamente a sus cuestiones. De igual manera siguen existiendo, potencialmente, preguntas vitales para la Humanidad, esta vez para su personalidad colectiva, esperando que una adecuada asociación entre los humanos libres responda.
 
Aunque en las ciudadanías con votos vinculantes al poder público no exista la sana costumbre de ejercitar también el voto no vinculante o voto de opinión para mostrar una mínima conciencia colectiva, con este tipo de democracia podemos construir la ciudadanía humana, puede parecer nuevo (aunque los comicios no vinculantes ya lo utilizaban los antiguos romanos republicanos), pero hay un modo de ciudadanía que puede fundamentarse en las opiniones generales y especializadas del humano libre. Podemos ofrecer buena cimentación cívica a la Asociación Mundial de los Humanos Libres, la Ciudadanía Humana. Por un lado tenemos la base o "zapata" sociológica, pues si los humanos libres pudiéramos gozar de una asociación democrática capaz de expresar una conciencia colectiva no cabe duda que a la Humanidad le iría mejor.

Después tenemos otra base o "zapata" psicológica, ya que el individuo humano, más allá de su cultura, nacionalidad, etnia o idioma puede encontrar un marco común y civilizado de referencia ante otros iguales o semejantes humanos, resultando buen regulador de su psique individual respecto a una cordura humana compartida a nivel mundial. También se justifica un apoyo o "zapata de cimentación" social y económica, pues una buena organización de los humanos libres podría llevar dignidad a los más pobres y sobre todo esperanza de vida a las zonas más desfavorecidas de la Tierra. Pero la mejor "zapata" para recibir la estructura de la CH es la sociopolítica, donde se esperan las bases legales que permitirán a los humanos libres asociarse democráticamente y votar, siendo ésta la gran clave práctica de la cimentación. 
 

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