viernes, 19 de noviembre de 2010

La Ciudadanía Humana, Parte III, página 67

Demodoxa

o

La Democracia de la Opinión Pública Mundial


Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana e intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea y las intercambiamos, entonces ambos tendremos dos ideas”.        George Bernard Shaw (1856-1950)

¿Para qué sirve la opinión?, podría ser una primera e interesante pregunta. Y aunque tenga muchas respuestas lógicas hay una de vital importancia para los colectivos democráticos: "La opinión sirve, al menos, para conocer interior o mentalmente al que opina, sirve para ir formando una identidad del opinante y cuando son varios o muchos los que opinan sirve para ir formando una identidad colectiva". Siendo así y si la ciudadanía opinante es la humana, obviamente, iremos conociendo cada vez más y mejor a la Humanidad. Pero conocer el interior de la mente humana de manera general requiere, además, preguntas adecuadas donde, como hemos visto, sobrarán las que apelen a la vinculación con o como poder público. Se requerirán preguntas inteligentes para ir formando una personalidad colectiva e inteligente. La buena labor sociológica bajo testados democráticos es imprescindible, proponiendo consultas democráticas con preguntas sobre el desarrollo de las acciones humanas, preguntas fácticas y preguntas comparativas. Pero la Communis Opinio (la Opinión General) de la Humanidad Libre no puede pronunciarla la Sociología, ni ninguna otra entidad que no convoque a voto a los humanos libres.

La Democracia de Opinión es un patrimonio teórico o potencial de cualquier comunidad democrática, sea o no pública. Es posible, y su posibilidad irá en aumento mientras nos vayamos alejando de la política oficial y vinculante (no olvidemos que las actuales democracias liberales y representativas, aunque gobierne un partido socialdemócrata, no suelen consultar la opinión de los ciudadanos en las urnas o aprovechando que por ellas pasan cada cuatro años). Así y votando ante cuestiones adecuadas se obtiene la manifestación de una personalidad inteligente, en este caso del ser colectivo humano en libertad.  Es importante subrayar la importancia o necesidad de las cuestiones adecuadas, porque la inteligencia colectiva no sólo se obtiene por quienes responden y lo que responden, sino también por quienes preguntan y lo que preguntan.

En el conjunto de las personas libres la concreción de estos principios democráticos en fórmulas prácticas no sólo ofrece un plan mundial, sino una orientación ciudadana o política al margen de la fuerza vinculante: “cuando voto como ciudadano humano no decido como poder público, porque también necesito opinar y ofrecer mi conocimiento especializado, sobre urna, como votante de una sociedad planetaria latente”. Así, la Personalidad de la Humanidad queda a nuestro alcance teórico y es el objetivo del ejercicio para el voto humano. Porque: ¿para qué querríamos el poder público humano si desconociéramos la personalidad colectiva humana?. Seamos o no seamos el poder público humano, cualquier e hipotético poder político humano, unido o dividido, al menos los de propiedades democráticas, necesitarían conocer la Personalidad de la Humanidad si quieren actuar con honestidad, cordura y eficacia a nivel mundial. Siendo inevitable una adecuada Demodoxa si queremos acceder a la Personalidad Colectiva de la Humanidad, a la que debe aspirar cualquier borrador de Estatutos para una ciudadanía inteligente dirigida al conjunto de los humanos libres.

Descubrir la opinión ciudadana implica definir a la opinión pública, para distinguirlas o asociarlas. La pública es aquella opinión colectiva y variada que ofrecemos los habitantes de una determinada sociedad, sea municipal, autonómica o nacional. De la opinión pública o ciudadana sólo se acostumbra a extraer opiniones aleatorias individuales y sumarlas o combinarlas en sondeos y encuestas para que desemboquen en un reparto. También tienen capacidad de expresión colectiva los agentes sociales y las manifestaciones en las calles de grupos menores al general (donde muchas veces se cuestiona demasiado el número de participantes). Así existen las probabilidades sobre la opinión pública municipal, la autonómica, la nacional, incluso algunas internacionales o transnacionales. A nosotros en esta ocasión nos interesa sólo la opinión pública de la Humanidad Democrática.

Una primera observación nos mostraría que la opinión pública de un país mediano o grande es aquello que, sobre todo, publican o dicen los medios de comunicación y de información, según los agentes sociales o según se desprenda de sondeos o encuestas de opinión. Aún así la CH o nuestra sociedad civil humana y democrática no hemos tenido tanta suerte, nadie nos ha sondeado o encuestado todavía. En pleno siglo XXI aún no se ha mostrado ningún índice de nuestra opinión pública humana, no o nunca como o al conjunto formado por todos los habitantes de los países democráticos. Pero contemplando a las naciones democráticas donde existen las opiniones públicas (formalizadas o formales sin que medie el voto democrático) podemos observar fácilmente que en realidad son "deformaciones" de las sociedades en la obtención de su opinión pública (con lo fácil que se obtiene con consultas democráticas). Ya que necesitan encuestas y sondeos para obtenerlas, mejor dicho, para creer en algo, pues los sondeos y encuestas no son certificaciones de los colectivos, sólo aproximaciones matemáticas según muestras obtenidas, no son verdades probadas, sino estimadas.

Estas estimaciones suelen ser útiles y con fundamento ante cuestiones privadas (sondeos de mercado por empresas privadas, por ejemplo), o ante un resultado rápido y orientativo, bien porque una convocatoria pública tardaría mucho, o bien por no existir importancia suficiente como para convocar el voto público. Pero basta recurrir a las hemerotecas y ver en los periódicos de las décadas pasadas las publicaciones o resultados de encuestas sobre las intenciones de voto en las elecciones generales de las naciones democráticas, por ejemplo, para comprobar la multitud de errores en estas estimaciones de votos. Así los sondeos y encuestas de opinión no deberían sustituir a la democracia de opinión pública (verdades probadas) como está ocurriendo hasta ahora y como norma o práctica errónea en muchos de los países democráticos.

También debemos diferenciar o separar a las democracias participativas de las democracias de opinión, ya que las primeras pueden o suelen estar vinculadas a poderes públicos, gozando de mandato. Pero las democracias de opinión no, y suelen darse sólo a título informativo u orientativo sobre lo que se opina (no sobre lo que se ordena) entre un determinado colectivo. Por ello la ciudadanía humana no presenta democracias participativas de la gestión pública mundial, primero porque no existe la gestión pública mundial y segundo porque no necesitamos formar parte de poderes públicos. Sólo son requeridas prácticas democráticas para obtener la identidad colectiva de los humanos libres, con ello es más que suficiente. Los ciudadanos humanos aquí descritos son individuos libres que tienen otras ciudadanías donde participan, más o menos (menos que más), en poderes públicos soberanos, autonómicos o municipales pero que al llegar al nivel, o "a la curva en espiral" de la ciudadanía humana se "desnudan" de los poderes públicos para ofrecer la identidad colectiva o pública, ya que parece no haber otro medio pacífico y legal de hacerlo.

El mundo humano suele dividirse en varios bloques cuando se le estudia: por diferentes lenguas y culturas, por diferentes continentes, por las diferentes latitudes, por diferentes índices económicos, etc. Pero es raro que no suela agruparse a los habitantes de los países democráticos, diferenciándolos (lamentablemente) de los que todavía son súbditos, porque es fundamental que sepamos cuántos y dónde somos los ciudadanos o humanos libres. Hasta las ciencias sociológicas nos tienen olvidados (estudian a las poblaciones de países democráticos, pero no a todas en conjunto único) y no realizan sondeos y estudios o estimaciones entre nosotros los humanos libres. Aunque no todo es mala suerte y algo bueno hay entre todo ello, así la democracia de opinión ciudadana al nivel humano no le va a hacer la "competencia" a nadie, es un campo virgen, a ningún sociólogo le vamos a "quitar" su "pan", ni a ningún partido su voto.

Por otro lado sabemos que Democracia es cuando el Pueblo (Demo) gobierna (Cracia). Siendo así, ¿cómo puede auto-gobernarse un pueblo sin conocerse a sí mismo?, la respuesta es sencilla, debido a la Democracia Representativa. Los antiguos atenienses, con su Democracia Directa, no tuvieron problema al respecto y se pudieron preguntar a sí mismos lo que quisieron, hasta qué obras de teatro preferían ver en sus fiestas. Se conocían a sí mismos como personalidad de su polis o ciudadanía general, o siempre estuvieron en disposición de conocerla mejor. Los atenienses elegían representantes para lo que no había más remedio, como para el cargo de “estrategos” (general en jefe de los ejércitos), pero lo demás lo decidían con democracia directa. Ahora en el mundo libre es todo lo contrario, impera la democracia representativa y la directa es bajo mínimos o ni siquiera llega a existir, no se convoca como norma y a veces ni siquiera como excepción.

Por lo tanto podríamos decir que la democracia ya no existe en las naciones, no existe ningún pueblo que gobierne, sino pueblos que nombran a representantes para que gobiernen, es el gobierno de los representantes del pueblo, no del pueblo. En la Humanidad no existen las democracias, sino las democracias representativas. Descubrimos hasta aquí que una Democracia Representativa está “coja” o no puede llegar a la misma calidad que la Democracia ateniense (ya no es necesario especificar que es Directa, la palabra por sí misma lo dice). El Pueblo después de votar, durante cuatro años, sólo tiene las manifestaciones espontáneas y multitudinarias para poder comunicar qué piensa sobre algo; a lo que añadir las encuestas o sondeos; en definitiva dos métodos con gran índice de error o de calidad fácilmente superable por una adecuada Democracia Participativa o en su defecto por una Democracia de Opinión. Así una Democracia Representativa necesita complemento directo para que algo de aquella calidad democrática ateniense vuelva a nuestras ciudadanías después de dos mil quinientos años.

Al respecto aparece la pregunta clave: ¿cómo se conoce un Pueblo a sí mismo?. Se hace necesario buscar la Personalidad del Pueblo utilizando las mismas reglas democráticas para que el colectivo se exprese con coherencia. Razonando hasta este punto se puede decir que la ciudadanía colectiva, tal y como fue concebida y ejercida en la antigua Atenas, no es en la actualidad. En otras palabras, no sólo la voluntad política y sus cuestiones fundamentan a la Ciudadanía, no sólo con la Democracia Representativa se construye la Ciudadanía. Por ello los humanos libres, al ejercer el voto para formar la Personalidad de la Humanidad, podemos auto denominarnos como ciudadanos democráticos. Con este elemental criterio y esfuerzo humilde podemos afirmar y formar la extensa Ciudadanía Humana que nos aguarda para ofrecernos un mejor camino lógico y evolutivo.

Es fundamental mostrar a la Ciudadanía al margen de la política vinculante, porque el resto de los campos públicos también son cubiertos civilmente o con políticas no vinculantes. En términos psicológicos se dice desde hace tiempo que la psique (la mente) muestra una dimensión integrada por tres esferas: la consciencia, el inconsciente individual y el subconsciente colectivo. Donde la Democracia de Opinión podría mostrar una cuarta parte o dimensión: la consciencia colectiva, dispuesta a ser descubierta o formada con adecuadas fórmulas democráticas y con mínimo tiempo requerido (convocatoria, reflexión, voto y escrutinio). Quedando el campo mental colectivo igual que el individual, con potencialidad en subconsciencia y en consciencia.

Por ello esta convocatoria a la ciudadanía humana no concibe a la Democracia sólo como política vinculante o no sólo como “gobierno del pueblo”, también como “medio para expresar la personalidad del Pueblo”, a construir por el marco ciudadano más que por el marco político o de sus representantes políticos. A la CH, de la “democracia”, sólo nos interesa la “demo” (y lo más inteligente posible), la “cracia” nos sobra. Así la técnica del voto universal (más que técnica democrática) también actúa o puede actuar hacia la ciudadanía consciente como “mecanismo de consulta para conocer la opinión de la mayoría y minorías sobre cuestiones comunes y diversas y para interés general de toda comunidad inteligente”. Los conscientes colectivos de las diferentes ciudadanías generales quedan al alcance de nuevas urnas de la Opinión, tanto generales como especializadas.

La voluntad política del ciudadano es una cuestión fundamental del interés general y para ello existe desplegado un diverso abanico de sistemas democráticos representativos de los Estados democráticos, pero el ciudadano humano expone y demanda otras cuestiones comunes que también son de interés general que, sin embargo, quedan fuera del marco político soberano y no están cubiertas democráticamente. Es importante descubrir los conceptos y esencias de estas dos democracias de la CH, y, si puede ser, mejorarlas lo posible por y para la gran mayoría humana. Este discurso o libro es sólo un intento que, sin duda, puede ser mejorado.

Existe mucha información potencial en la capacidad de voto de la ciudadanía general esperando acceso democrático para un ejercicio público de auto/conocimiento colectivo. El hogar ciudadano puede ser más responsable y el bien común mejor definido a través de consultas no vinculantes más desarrolladas y legalmente planteadas. Las democracias de Opinión y de los Conocimientos no están diseñadas para gobernar ni legislar. Simplemente es averiguar y mostrar quiénes somos en conjunto, qué es lo que pensamos sobre asuntos sociales importantes, qué es lo que sabemos sobre lo que nos atañe a todos y donde no sepamos: qué es lo que opinamos. Si quisiéramos conocer bien a una persona: ¿nos bastaría saber tan sólo a qué partido político vota o ha votado?. De la misma manera, necesitamos que las comunidades que formamos se pronuncien democráticamente más allá de nuestras decisiones vinculantes.

Ya decía el propio Montesquieu (1689-1755) a mediados del siglo XVIII que “el pueblo beneficiado del poder supremo debe hacer por sí solo todo lo que pueda efectuar bien y confiar a sus ministros únicamente lo que no pueda realizar por sí mismo”. En este siglo XXI en la palabra “ministros” puede incluirse también: “las observaciones, encuestas y sondeos para afirmar lo que opinan y piensan las sociedades democráticas”. Pues no es lo mismo decirle a una comunidad la personalidad colectiva que tiene a que lo descubra por sus propios medios o, como decía Montesquieu, “pueda realizar por sí mismo”. Facilitar al conjunto libre humano el acceso racional a su propia personalidad colectiva es prioridad y sustento de la CH.

Existen datos y cuestiones muy importantes sobre nuestra comunidad mundial y su vida pública que no son recogidos en los programas políticos de los partidos democráticos o candidatos que concurren a elecciones en cada legislatura soberana o pública de los diferentes Estados Democráticos y, por tanto, tampoco en los posteriores gobiernos resultantes. Y se puede evolucionar la Democracia en toda su diversidad cultural, en este caso concreto como generadora indiscutible y fiable de opinión pública y ciudadana. Estos argumentos muestran también que no existe una “invasión” del espacio tradicional político/electoral para la formación de los gobiernos legítimos. La inconstitucionalidad no sólo es evitable, su ausencia ha de ser fundamental. El espacio humano y ciudadano que se pretende cubrir es “virgen” hasta la fecha. La democracia de Opinión y por extensión la propia CH no desplaza a nadie ni pretende cambiar ninguna estructura establecida. Es construir sobre, o al lado, de lo construido. Un “edificio” o ciudadanía más entre las que ya practicamos, un complemento democrático beneficioso para toda ciudadanía general que se precie.

Las mayorías y minorías de cada opción ante toda pregunta interesante serán conocidas, datos que nos harán comprender cómo es nuestra comunidad humana. Y mejor todavía, abriendo camino hacia la Democracia de los Conocimientos Ciudadanos (siguiente Apartado). Es decir, acceso a la opinión democrática de todos los especialistas o conocedores temáticos del mundo libre. Si las preguntas son inteligentes tendremos reflejada fielmente nuestra personalidad y voz colectiva. Ofreciendo multitud de datos diversos, datos capaces de ayudar a todos aquellos que puedan oírlos e interpretarlos. Estas ideas justifican el artículo 2º de los Estatutos que se proponen a votación junto a sus cinco puntos que exponen y proponen:

2.1: La ACH es una asociación mundial democrática sin ánimo de lucro y su objetivo principal será procurar mecanismos de reuniones democráticas en asambleas o votaciones generales o mundiales y especializadas hacia los humanos libres, para publicar sus resultados o Escrutinios y así formar o mostrar la Personalidad Colectiva de la Humanidad Libre.
2.2: La ACH considera a sus socios, además de humanos libres, como ciudadanos humanos, por lo que establece el ejercicio democrático de una Ciudadanía Humana sin soberanía, sin fronteras y sin territorios. La única circunscripción de la CH queda establecida en la conciencia y mente de los humanos libres bajo libre albedrío.
2.3: La Ciudadanía General Humana renuncia a ser o formar gobierno público, con o sin soberanía, y renuncia a manifestar voluntades políticas que sean partidistas o ajenas al interés general humano. No obstante ofrece sus conocimientos y opiniones a todos los gobiernos democráticos que lo deseen, a los que podrá servir como órgano consultivo o consejero.
2.4: Todo individuo humano, adulto y en plena facultades mentales queda considerado por esta Asociación como ciudadano humano sin que medie gestión alguna. Todo individuo humano que no sea adulto o no esté en plena facultades mentales gozará de los mismos derechos que los ciudadanos humanos menos el del voto.
2.5: La mayoría de edad para votar en esta Asamblea Humana comienza al mismo tiempo que es reconocida por las leyes soberanas que cada ciudadano humano posee es su país o nacionalidad; en caso de excepción al respecto será de 18 años la mayoría de edad para votar en la ACH.

A partir de lo expuesto existen muchas maneras de teorizar una democracia general humana basada en la Opinión democrática. Por ello se ha pensado y buscado adecuados caminos evolutivos posibles. No descartando que puedan surgir otras líneas más inteligentes o necesariamente diversas. Al ser ejercida este tipo de opinión colectiva se mostrarían muchas mayorías y muchas minorías entre diferentes opiniones y en un mismo individuo ciudadano. Aspecto que no suele ocurrir en las democracias soberanas y demás elecciones democráticas y oficiales donde casi siempre se vota una cuestión, la voluntad política, siendo posible mostrar una clara mayoría y minorías; formando grupos mixtos en un mismo individuo, que contribuiría a mayorías en algunas opiniones y a minorías en otras.

Así la Ciudadanía Humana que utilice estos nuevos métodos democráticos podría mostrar que las mayorías y minorías serían difíciles de individualizar o agrupar ante un escrutinio resultante de varias cuestiones de un cuaderno de votos, donde un mismo individuo vería algunas de sus opiniones en mayorías y otras en minorías. Como ejemplo esta convocatoria propone a consulta democrática unos Estatutos Fundacionales para ser votado artículo por artículo, uno a uno, y sobre una plantilla o cuaderno ideado para emitir varios votos. A priori no resultaría una mayoría o minoría frente a los Estatutos propuestos, más bien mayorías y minorías por cada artículo, aunque por supuesto puede resultar una valoración general.

Un individuo es una calidad particular del ser con identificación única, capaz de distinguirse singularmente de los demás, también particulares. La individualidad siempre es acechada por el individualismo (o su parte más negativa), una manifestación radical con desequilibrio para el individuo, pasando a ser individualista en extremo. Y una colectividad de individualistas no podrá impartir equilibrio o justicia democrática. Lo mismo ocurre con el colectivo o la colectividad, que es o son calidades similares entre ciertos individuos capaces de agruparlos de manera lógica y con intereses claramente comunes. El colectivismo extremo será su radical desequilibrio, pues el colectivismo no podrá crear individuos libres y diversos, ni atenderá la evolución de los derechos individuales. Hay que tener mucho cuidado cuando ejercemos como individuos y como colectivos dentro de la ciudadanía, pues el individualismo y el colectivismo acecharán siempre con límites difusos y extremos innecesarios.

Por otro lado el excelente investigador de la teoría sociológica y de los fenómenos sociales, Erich Fromm, en su libro "El miedo a la libertad" (Paidos Studio, 1993), dice: "Más de un lector planteará la cuestión acerca de si los hallazgos debidos a la observación de los individuos puede aplicarse a la comprensión psicológica de los grupos. Nuestra contestación a este respecto es una afirmación categórica. Todo grupo consta de individuos y nada más que de individuos; por lo tanto, los mecanismos psicológicos cuyo funcionamiento descubrimos en un grupo no pueden ser sino mecanismos que funcionan en los individuos". Siendo así, con tono de humor pero fondo preocupante: ¿cuántos grupos públicos, sociedades o ciudadanías generales son neuróticas?, ¿cuántas lo son y no lo saben?, ¿cómo se puede saber?. Obviamente cuanto más nos adentramos en la cuestión de las personalidades colectivas se hace más recomendable las manifestaciones de éstas a través del lenguaje directo y democrático, por impulso propio, antes o en vez del estudio o contemplación de terceros a través de las ciencias de la mente.

El equilibrio mental entre el individuo y sus comunidades públicas es sano para el individuo y para sus comunidades, y puede ser mediado por la ciudadanía, individual y general. Si a esto añadimos un mecanismo democrático de opinión entre los ciudadanos obtendremos una personalidad o mente de la ciudadanía general, sana y consciente. Obviamente un ser colectivo jamás podrá mostrarse con las mismas propiedades móviles que un ser individual. Un individuo puede decidir una acción en milésimas de segundos y presentar un único cuerpo. Sin embargo, un colectivo muy pequeño, como cuatro o cinco individuos, podrían tomar una decisión urgente en minutos, como mínimo; un colectivo como un municipio al menos necesitaría tres días: convocatoria, voto y recuento. A mayor número de individuos y mayor distancia entre ellos, mayor tiempo requerido de acción o reacción y los cuerpos generales más abiertos o y, por lo tanto, mayor organización democrática necesitada.

De igual manera que un individuo puede respondernos sobre el orden en preferencia en sus gustos u opiniones, un colectivo también puede hacerlo aplicando un método democrático inteligente. Y con preguntas estratégicas cuyas repuestas puedan formar una personalidad colectiva, es posible. La periodicidad conveniente en el ciclo de estas preguntas puede exponer los cambios y las direcciones que toman las personalidades colectivas. Ser consciente del razonamiento colectivo ordenado democráticamente es equilibrio necesitado hacia nuevas vías evolutivas del pensamiento ciudadano. Porque los ciudadanos activos de cualquier comunidad tenemos nuestra voz democrática limitada. Sólo podemos señalar unos pocos nombres cada cuatro o cinco años, nada más. No podemos utilizar verbos, no podemos pronunciar frases, no podemos señalar ideas concretas. La Democracia (o los métodos democráticos) es mucho más que una forma de gobierno, también es una herramienta social cuya evolución ciudadana aumenta la calidad de cualquier comunidad.

Rousseau decía en una observación al gobierno representativo inglés de la época que los ingleses eran un pueblo libre sólo el día en que votaban. Esta frase es genial en la búsqueda del equilibrio entre la democracia directa y la representativa. Para hacernos una idea real de cómo es cualquiera de las varias y actuales ciudadanías generales que posee el individuo civilizado (sea municipal, autónoma, soberana o transnacional) bastaría compararla con una personalidad individual que no conociese casi nada de si misma. Una persona que al ofrecerle un helado no sabría el sabor que le gusta (aún habiendo probado previamente todos los sabores); una persona que ni siquiera sabría cuál es su deporte favorito o su arte más admirado, su mejor libro, película de cine preferida. Un auténtico auto/desconocido que sólo sabría a qué políticos va a elegir como sus Representantes. Así son nuestras comunidades democráticas actuales, que hasta ahora sólo podemos conocer a través de la contemplación sociológica y sus datos, no desde la participación democrática consciente.

La Democracia de Opinión es un mecanismo exclusivo para formar y difundir las opiniones cívicas, certezas necesarias para identificar la personalidad colectiva de cada comunidad democrática. No es una democracia participativa tal como es concebida generalmente, porque la Participativa es un modelo político para participar políticamente en las decisiones políticas y, sin embargo, la de Opinión no busca expresar decisiones políticas, sino opiniones no políticas pero fundamentales o importantes para formar la personalidad colectiva y sus deseos. La cuestión esencial para los ciudadanos es: ¿queremos ser conscientes de nuestra “personalidad” o entidad colectiva mundial?, ¿queremos saber cómo somos y qué es lo que opinamos?. Porque no lo sabemos, somos casi unos completos ignorantes de nosotros mismos en conjunto. Carecemos de personalidad colectiva consciente, lo que implica carencias en la aplicación responsable del sentido común planetario.

Aún en este panorama existe para los ciudadanos activos del mundo una posible acción legal de fácil práctica para aumentar la calidad democrática y social; un modo inteligente y complementario a estas democracias legítimas que disfrutamos para bien y salud de nuestra libertad ciudadana, la CH. En todas las ciudadanías generales, en general (valga la redundancia) y como opinión pública existe una ciencia que nos espía, o que nos espiamos a nosotros mismos con una pequeña parte científica nuestra (desde el campo de la sociología y sicología), se llama Demoscopia, que procede literalmente del griego antiguo “demos=pueblo” y “copia=espiar”.

Desde el año 1824 y en Harrisburg (Pensilvania) donde se efectuó el primer estudio demoscópico, esta área sociológica o de sicología colectiva, ejerce la investigación en el análisis de datos extraídos a las diversas personas (representativas de la población heterogénea) por métodos de entrevistas personales o por teléfono. Sus resultados suelen ser publicados en lo que se llama sondeos o encuestas. Hasta aquí todo muy bien, el problema es cuando llega todo un señor político democrático de los más sabios de mediados del siglo pasado, Winston Churchill (1874-1965), afirmando: “sólo creo en las encuestas que he manipulado yo”. Entonces el panorama cambia y al observar detenidamente las encuestas o sondeos en la intención de voto de cualquier elecciones generales, por ejemplo, observaremos que serán demasiado diferentes sus resultados para que sean producto de las fórmulas académicas, sino más bien del interés o partidismo político.

Por ello no hay que confundir a la ciencia y su interés público con los intereses partidistas o individualistas de algunos de nosotros, los científicos, sobre todo en lo económico. No olvidemos que todos o casi todos dependemos de una paga por nuestro trabajo, incluido los sociólogos o sus empresas, y no hay que confundir en la teoría a la ciencia con la profesionalidad, otra cosa es la práctica de ambas, donde quedan profundamente ligadas. La sociología es una parte importante de nuestras ciencias públicas, siendo muy útil en muchas labores sociales, públicas o privadas, pero queda rotundamente claro para el sentido común que un escrutinio democrático para mostrar la personalidad colectiva de una comunidad es mucho mejor que una encuesta al respecto.

Dicho de otro modo, la tan anhelada “cohesión social” por parte de las sociedades postliberales no se logrará con encuestas o sondeos. Una cosa es la democracia de opinión ciudadana o pública y otra son los estudios de la opinión pública. En realidad los estudios de la opinión pública (incluso para la propia sociología) son o serían más exactos ante datos democráticos (escrutinios generales de opinión publicados) que ante sondeos o encuestas. Conseguir los datos de la opinión no es labor de nuestra parte científica, sino de nuestro hacer ciudadano. Porque no existe mayor encuesta o sondeo que la participación abierta y directa a todos los ciudadanos en consultas de opinión pública.

La democracia de Opinión debe ser más estudiante que  estudiada,  aunque  los  gobiernos  y  los  estudios sociales obtengan beneficios colaterales en la publicación de los escrutinios de las consultas de Opinión. Los escrutinios en los ejercicios de voto de la CH se fundamentan en los cómputos generales, ello no impide una formación o suma publicada de los sub-escrutinios locales donde se beneficiarán otras  comunidades  como las municipales, provinciales, autonómicas, soberanas o transnacionales. Siempre observándose  el  respeto fundamental  a  nuestras  otras  ciudadanías,  los  ciudadanos  humanos  no  votaremos  sobre  cuestiones  u opiniones que no sean de interés general humano. Aún así pueden coincidir datos beneficiosos para el interés general humano como datos beneficiosos también para el interés general municipal u otro oficial.

Entre los significados posibles de CH existe hasta definiciones del concepto “ética”. Como Adela Cortina en su obra "Ética de la empresa" (Trotta, Madrid, 1994), donde la ética es “un tipo de saber de los que pretende orientar la acción humana en un sentido racional; es decir pretende que obremos racionalmente”. Acción general y humana de modo racional para el interés del conjunto de la vida anímica. Para ello necesitamos también un cauce democrático para los conocimientos diversos y diferenciados que prácticamente tenemos o somos todos los ciudadanos, unos en unos temas y otros en otros temas. Nadie es especialista o está especializado en todas las disciplinas o profesiones de los conocimientos públicos, apareciendo un poderoso argumento doble.

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