viernes, 19 de noviembre de 2010

La Ciudadanía Humana, Parte III, página 81

       Ciudadanos humanos frente a ciudadanos del mundo
 
A lo largo de la historia surgieron grandes conceptos cuyos nombres fueron desprestigiados lentamente por sus oponentes, sobre todo los nombres de conceptos que otorgaban una mayor libertad al individuo, donde los dictadores o las dinastías absolutistas ofrecían significados siniestros, contradictorios o restándoles importancia. Por ejemplo el que hemos visto referente a "democratización del conocimiento", que parece significar hacer el conocimiento extensible a más individuos y donde lo correcto sería decir "popularización del conocimiento", pero al utilizar la palabra "democratización" indirectamente se entiende "democracia" sin que medie voto alguno y, además, se da a entender que la democracia es casi sinónimo de pueblo inculto al que es necesario llevarle o dirigirlo con conocimiento.
 
También existen definiciones muy actuales como "periodismo ciudadano" cuando se refiere al "periodismo no profesional" (que con internet se ha extendido), pero al meter la palabra "ciudadano" se desprestigia el término, quedando éste como algo vulgar y poco instruido, incluso como intrusismo profesional, pero ¿acaso los periodistas no son ciudadanos?, ¿acaso el "periodismo profesional" es "periodismo no ciudadano"?. Pues bien, uno de esos conceptos desprestigiados es el nombrado como "cosmopolitismo" y mucho más tarde "ciudadano del mundo". Si "polis" es ciudad podría entenderse cosmopolita como alguien que vive en un planeta, cosmos o universo al que interpreta como una enorme ciudad. Aunque en realidad es una simple lógica del pensamiento griego: "Si la ciudad puede tener una política: el mundo también". Así hubieron muchos griegos que eran ciudadanos de sus respectivas polis, como Atenas, y después eran ciudadanos del mundo. Y aunque ningún imperio tuvo nunca límites teóricos de expansión, sí los tuvo prácticos o geográficos y ninguna política dominó, en el peor de los casos, o coordinó, en el mejor, al mundo entero.
 
Aún así, desde tiempos inmemoriales, la literatura y el pensamiento humano, abordaron el tema cosmopolita, casi siempre amparados teóricamente por la religión y llevados a la práctica por la economía. Ya hemos hablado del abate de Saint Germain y de Kant, por citar unos ejemplos, pues bien, uno de los ejemplos más recientes ocurrió en plena Guerra Fría, concretamente el tres de marzo de 1966, cuando doce hombres y una mujer "de renombres universales", de diez países diferentes, se reunieron y publicaron el "Manifiesto de los Trece", donde se abogaba por una ciudadanía mundial, quedando el documento registrado públicamente como referencia para los llamados "ciudadanos del mundo". Así leemos el corto manuscrito:
 
    "A falta de una ley supranacional, los estados recurren a la fuerza para defender sus intereses. Consecuencia: la guerra intencionada, o fortuita, llegada a ser, después de la desintegración del átomo y del desarrollo de las armas bacterológicas, la "solución final" absurda, el exterminio del género humano.
    La carencia de instituciones capaces de asegurar la satisfacción de las necesidades comunes a todos, es burlarse del ser humano, mientras riquezas inmensas se malgastan y los dos tercios de la humanidad están hambrientos.
    Sin embargo, los progresos científicos y técnicos permiten la organización de una comunidad mundial en la que reinarían la paz y la abundancia, siendo garantizadas las libertades fundamentales de los individuos, de los pueblos y de las naciones.
    ¿Por qué no es así?. Porque los gobiernos sugestionados por su deber de anteponer los intereses particulares de sus países, lejos de aceptar las transformaciones necesarias, obstruyendo incluso, la acción de las instituciones internacionales creadas para custodiar la paz y estar al servicio de los hombres.
    La salvación, pues, depende únicamente del pueblo del mundo, de los individuos que lo componen, de cada uno de nosotros.
    El primer acto, simple pero eficaz, al que invitamos a todos a realizar, al igual que hicimos nosotros, es el de inscribirse como CIUDADANO DEL MUNDO.
    El paso siguiente, si respondéis numerosos a nuestra llamada, nos corresponde darlo juntos y consistirá en organizar, sobre una base transnacional, la elección de los delegados que se encargarán de defender la causa del hombre, de presentar las reivindicaciones del pueblo del mundo y, finalmente, de elaborar la ley de un mundo pacífico y civilizado."
Firmado: Boyd Orr (Premio Nobel de la Paz de 1966), Josué de Castro, Danilo Dolci, Shinzo Hamai, J.L. Hromadka, Alfred Kastler, Rajan Nehru, Linus Pauling, Abate Pierre, Jean Rostand, Bertrand Russel, Ivan Supek y Hans Thirring. (Fuente: Google de Internet).
 
Por un lado es admirable ver a un pequeño grupo humano en aquel tiempo que, observando como la Humanidad se iba a auto destruir en una guerra termonuclear, o las mayores posibilidades parecían indicarlo (Cuba, 1962), intentaron proponer un gobierno federal para el mundo y salvar así a la Humanidad. Desde aquí, un aplauso, pero si nos hemos atrevido a pasar por una lógica ciudadana a la Humanidad, no hemos de ser menos con estos "ciudadanos del mundo". A raíz de aquel documento se creó en 1969 una organización llamada "Congreso de los Pueblos" y se puede consultar por Internet en español, esperanto, francés e inglés. Entre sus misiones atribuidas está definir las estructuras de la Autoridad Federal Supranacional a crear, junto a sus Instituciones Mundiales públicas; y definir también las transferencias de competencias que deberán realizar los Estados-nación a favor de las Instituciones Mundiales. Optando claramente al Gobierno Máximo de la Humanidad donde los actuales Estados de Derecho y sus soberanías quedarían como algo parecido a las Comunidades autónomas.
 
Todo parece democrático, pero ¿cuándo opinan o votan los humanos?, ¿antes o después de la transferencia de poderes?. O primero nuestros representantes legítimos pasan nuestras soberanías al Gobierno Máximo y ya después se hacen partidos políticos mundiales y: ¿entonces es cuando votamos los humanos?. ¿O es más justo votar antes país a país por si cada una de las ciudadanías soberanas quieren ceder su soberanía al Gobierno Máximo?. ¿Y si una ciudadanía soberana de las cientos que existen no quiere: se la fuerza?. Como dijo Agustín de Hipona (354-430): "Bene curris, sed extra viam"; significa: "corres bien, pero fuera del camino" (en este caso del camino pacífico y de la legalidad internacional actual... O cambiar las leyes, "hacer camino por donde corres").
 
Obviamente nos encontramos ante dos primeras posibilidades. Una es tranquilizadora y nos muestra a los ciudadanos del mundo con buena voluntad (aunque peligrosa). La segunda es preocupante donde algo, presuntamente inteligente, desea desprestigiar al concepto de ciudadanía del mundo o, peor aún, de manipular el concepto (y con ello el significado de la democracia mundial que lleva implícito) para intereses personales de poder. Realmente no necesitamos saber el móvil, simplemente valorar las afirmaciones peligrosas y, sobre todo, distanciar a la CH de los "ciudadanos del mundo" (qué lástima que el concepto se haya desvirtuado tanto, sonaba bonito: ciudadanos del mundo).
 
Los ciudadanos humanos no somos los ciudadanos del mundo, al menos de este tipo de ciudadanos del mundo (pueden existir otros tipos o conceptos diferentes, incluso buenos sentimientos, cuando alguien suele decir que es ciudadano del mundo). La Ciudadanía Humana descrita por este libro no tiene nada que ver con el llamado "Congreso de los Pueblos", no desea un Gobierno Máximo de la Humanidad por muy democrático que sea. No utiliza democracia Representativa vinculante, sino democracia no vinculante de Opinión y de los Conocimientos y después una democracia mixta para formar nuestros órganos de Asociación. Pero defiende a los actuales Estados de Derecho (democráticos), porque nuestras individualidades contienen además otras ciudadanías, como la soberana, donde necesitamos representantes legítimos.
 
Somos un paso de conciencia más allá del ciudadano co-soberano que todos los humanos libres somos, sólo así alcanzamos un cosmopolitismo óptimo sin necesidad de cambiar o transformar los poderes políticos del mundo y nuestras respectivas soberanías que nos nutren de ciudadanía y democracia. Y desarrollar lógica ciudadana. ¿Por qué la CH renuncia al gobierno del mundo democrático y los "pacíficos" y llamados "ciudadanos del mundo" lo desean?. La CH renuncia a cualquier tipo de Imperio único para el mundo, aunque sea con gobierno democrático, precisamente para la buena salud de las democracias en el mundo. No es una elección por gusto o preferencia partidista, es producto de una reflexión lógica y razonada. He aquí seis puntos al respecto:
 
1º: con un único gobierno democrático y soberano en el mundo, un único golpe de Estado acabaría con la democracia en el mundo. Sin embargo, con cien (número simbólico) soberanías democráticas serían necesarios cien golpes de Estado para acabar con la democracia en el mundo.
2º: un único gobierno democrático y soberano del mundo eliminaría la competencia sana con otros similares, quedando más fácilmente la democracia estancada. Varias democracias soberanas en el mundo garantizan "bancos de prueba" de nuevas leyes democráticas que, si resultan buenas y competitivas, pueden ser copiadas por el resto. Quedando siempre presente un dinamismo mundial de la Democracia necesario para seguir evolucionado a la par que las sociedades. La libertad democrática siempre necesita diversidad y el marco general que homogenice debe ser lo más flexible posible, no un "bloque" como sería un Gobierno Máximo.
3º: si las democracias representativas no han podido solucionar la pobreza extrema y colectiva en sus respectivas naciones soberanas (en Europa hay millones de pobres en chabolas e indigentes, por ejemplo): ¿Cómo esperar que una única democracia representativa mundial acabe con el Hambre?. Los "ciudadanos del mundo" dependen de una democracia representativa tradicional, nosotros los "ciudadanos humanos" no dependemos de ella, sino que aportamos una democracia de la Opinión y una democracia de los Conocimientos, no necesitamos gobierno público, simplemente, asociación ciudadana que muestre nuestras opiniones y nuestros conocimientos, sus escrutinios, para mostrar una conciencia colectiva y periódica, con ello nos basta.
4º: la ciudadanía del mundo se justifica en las personas con renombre y necesita el Registro de ciudadanos, su progreso se basa en el crecimiento del número de ciudadanos registrados. La ciudadanía Humana se basa (como veremos mḉas adelante en los Estatutos Fundacionales propuestos) en los ciudadanos anónimos o sin renombres y prescinde de los Registros (sólo inscripción anónima en las mesas de votación) y su progreso se basa en las calidades democráticas, tanto en qué preguntar como a quiénes (opinión y conocimiento).
5º: la ciudadanía del mundo asegura un mundo mejor con su ejercicio o entrada en vigor público. La CH no lo asegura, sabe que ello sólo depende en última instancia de las cuestiones, opiniones y conocimientos expresados por los ciudadanos humanos (además de las circunstancias); sabemos que el voto inteligente depende de la pregunta inteligente. La CH asegura la anulación del estado de impotencia para el individuo humano cuando es consciente de los graves problemas del mundo, asegura el voto humano, la acción inteligente, el nacimiento de un ser colectivo donde participar con democracias avanzadas.
6º: ejercer la ciudadanía del mundo o pretender conseguir que los actuales Estados democráticos cedan su soberanía o parte de ella a un gobierno mundial de democracia representativa es muy difícil, casi imposible, además demasiado lento y arriesgado. En el mejor de los casos supondría negociaciones "interminables" donde todos los Estados querrían tener ministros en el gobierno mundial y, por supuesto, serían necesarios referendos en todos los Estados de Derecho para que cambiasen sus Constituciones. Además los dictadores (que todavía quedan muchos) no querrán, entonces: ¿la guerra?. Nosotros los ciudadanos humanos no tenemos que negociar con nadie, menos aún con dictadores; la CH y su ejercicio o voto será fácil y viable, al menos en comparación con la ciudadanía del mundo.

Por otro lado, si observamos al mundo podríamos hablar de un cosmopolitismo liberal, por llamarlo de alguna manera, ya que las democracias sobernas o Estados democráticos son de corte liberal y puede gobernar la socialdemocracia como alternativa partidista (no de la estructura del Estado), o al menos esto suele ocurrir en toda democracia que se precie. Siendo así podríamos afirmar que el cosmopolitismo destacado actualmente o liberal carece de sentimientos sociales relevantes. Quizás se deba a las posturas radicales, por un lado el cosmopolitismo que desea un sólo Estado mundial, y por otro lado el "cosmopolitismo" de los representantes de los pueblos soberanos, totalmente independientes pero con asociación cordial entre todas las naciones democráticas.
 
En academia se conoce como particularismo y universalismo a los defensores o teorías separatistas de las naciones humanas y a las que defienden teorías para que todas se unan en un sólo Estado mundial (con sus variantes, pur supuesto). Esto para el ciudadano actual que suela desconocer las perspectivas históricas es bastante complejp. Para los universalistas debemos remitiremos a Hegel y Kant, basados en historiografía de la Ilustración o Revolución Francesa. Así Condorcet. Voltaire, Montesquieu, Turgot, incluso Rousseau levantando nuevas filosofías, unos en teoría y otros en teorías de la experiencia francesa en su revolución de 1789. Bien es cierto que casi todas llevan lo llamado como "unilateralidad racionalista" y escasa empatía hacia las culturas no europeas, arcaicas o jerarquizadas.
 
Porque si de las arcaicas y jerarquizadas naciones europeas pudo surgir la Democracia Representativa y lograrse por fin acceder legítimamente a los derechos políticos, sociales y muchas veces económicos (también con importantes trabajos de Hegel y Marx hacia una "clase universal"), pues igualmente desde otra cultura arcaica y jerarquizada también se puede, pero... no hay experiencia histórica en ninguna cultura para ascender de nivel. Y aunque algunas circunstancias históricas podrían ser repetibles, no todas serían calco de la experiencia particular de la Revolución Francesa, Europea u Occidental. Por ello la idea del progreso humano y democrático, al transitar por diferentes caminos evolutivos y culturales, más que un camino, aparece como destino para todos los caminos que se consideren democráticos: votación mundial entre los humanos libres. Todas las culturas humanas que han existido han reconocido la figura cultural (y ahora no decimos sujeto) del "hombre libre". Y ofrecer voto a todos los humanos libres es un fin lógico y ético de todo progreso democrático que contemple al amplio marco geográfico y mental, democrático y humano.
 
Desde este principio universal la ciudadanía humana se centra en el trato del voto, no votar por votar o para "adornar" una teoróa o doctrina, sino hacerlo de la manera más inteligente posible, no aportando el conocimiento de antemano, sino buscando el conocimiento esencial que aparecerá en los escrutinios intelighentes entre los humanos libres. Con ellos nos basta, no pretendemos una estructura supranacional para la Humanidad, pero tampoco nos abandonamos a la independencia total o radical entre los humanos libres. Aceptamos las fronteras soberanas pero no en el pensamiento general humano de acceso individual. Donde requerir una enorme comunidad ciudadana, al menos de conciencia, es necesario para que mire adecuadamente por el interés general humano. No somos o no queremos ser nación (o que cada uno tenga la que quiera), buscamos ser la mente general de la Humanidad, con la libertad de conciencia es suficiente y entre la Humanidad Libre no existen las fronteras de conciencia. Requerimos una identidad colectiva, humana e inteligente, conciencia individual humana procurando en libertad a su conciencia colectiva.
 
De hecho, en la Historia, cuando un nuevo modelo de Estado ha superado a los antiguos se ha pretendido generalizarlo por todo el mundo, unas veces como cosmopolitismo hacia un único imperio o estado mundial y otras veces, con el particularismo (que no deja de ser una especie de cosmopolitismo), ya que transmite conocimientos culturales nuevos, pero nación por nación, conservando éstas sus respectivas soberanías. Así el cosmopolitismo que aporta la CH podría descubrirse conciliador ya que sin necesidad de cambiar las fronteras soberanas consigue una ciudadanía hermana entro todos los humanos, capaz de mostrar una conciencia común y mundial, esencia de todo cosmopolitismo que se precie como democrático.
 
El cosmopolitismo soberano es dejado por la ciudadanía humana, así y ofreciendo dos modos particulares de democracias universales (en cualquier cultura democrática sirve o podría servir), con ellas se ofrecen dos futuras tradiciones culturales bien definidas, capaz de sentar una ética universal, no sólo como sistema, también como moral. A menos para subir la moral en aquellos que entre individualismos y colectivismos, entre universalistas y particularistas, religiosos y ateos, creacionistas o evolucionistas, ricos o pobres, muy cultos o poco cultos, mujeres y hombres, entre todos los libres esta "semilla" de la ciudadanía humana puede echar raíces hacia todas estas partes de las mentes humanas.
 
Ahora veamos un texto donde se comparan ensayos de varios autores sobre los últimos avances en la ciudadanía global o cosmopolita. Su autora es Alejandra Boni y, una vez más, utilizaremos el Diccionario de Educación para el Desarrollo de Hegoa. Alejandra Boni es doctora en Derecho por la Universidad de Valencia. Profesora de cooperación al desarrollo en la Unidad Docente de Cooperación al Desarrollo y Ética del Departamento de Proyectos de Ingeniería de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Responsable del Grupo de Estudios en Desarrollo de la UPV. Coordinadora del GREVOL (Grupo de Innovación Docente de la UPV sobre Educación en Valores en los estudios científico-técnicos). Socia colaboradora de Ingeniería Sin Fronteras en Catalunya y Valencia y de ACSUD-Las Segovias, País Valencià. Autora de distintos textos sobre educación para el desarrollo y educación en valores en contextos universitarios.
 
Es un texto sencillo pero a la vez profundo en su redacción, ricos en conceptos, y sin duda el lector tomará una referencia acertada del actual panorama de la ciudadanía cosmopolita, necesaria perspectiva para ver porqué la ciudadanía humana se distancia de estos conceptos que claramente necesitan de la vinculación política a gobierno o autoridades públicas.
 
   Ciudadanía Global (por el Dicccionario HEGOA, texto de Alejandra Boni)
 
Este apartado es interesante para la definición práctica del cosmopolitismo o de su intento para arraigarlo en las sociedades de los cinco continentes. Utilizando la definición de "Ciudadanía Global" que nos ofrece el Diccionario para el Desarrollo de Hegoa a cargo de Alejandra Boni, no sólo veremos cómo está el panorama internacional al respecto, además podremos cotejarlo en el apartado siguiente con la ciudadanía humana. Así a continuación dicha definición que ofrece el Diccionario citado (con otro tipo de letra para distinguirlo del resto del texto):
 
Las prácticas de EDUCACIÓN PARA EL DESARROLLO están convergiendo hacia una concepción de aquella como educación que crea ciudadanas y ciudadanos con un sentido global, que se reconocen como pertenecientes a una comunidad mundial de iguales, preocupados por los temas colectivos y que reclaman su protagonismo en el desarrollo de los procesos sociales y políticos. Es por ello que nos parece oportuno profundizar en el concepto de ciudadanía global y, para ello, se abordarán tanto el fundamento ético de la misma como su perspectiva política.
 
1. Fundamento ético de la ciudadanía global
Las raíces filosóficas de la concepción de la ciudadanía cosmopolita arrancan con la tradición estoica, desde la cual se formula por primera vez el concepto cosmopolita, con el que se pretendía reemplazar el papel central de la polis en el pensamiento político antiguo con el de cosmos, en el cual la humanidad puede vivir en armonía. Posteriormente, en el Siglo de las Luces, Kant, en su escrito Sobre la paz perpetua, publicado en 1795, introdujo la idea de derecho cosmopolita que significaba la capacidad de participar y ser oído en las comunidades políticas en unas condiciones de diálogo sin restricciones artificiales y límites.
En la actualidad, una de las mayores defensoras del cosmopolitismo es Martha Nussbaum, la cual, en su ensayo Patriotismo y Cosmopolitismo define al cosmopolita como "el comprometido con toda la comunidad de seres humanos
" (Nussbaum, 1999:14). Asimismo, aduce cuatro razones para hacer de la ciudadanía mundial, más que de la democrática o nacional, el núcleo de la educación cívica: 1) La educación cosmopolita nos permite aprender más acerca de nosotros mismos, puesto que si nos contemplamos a nosotros mismos con la mirada del otro, veremos lo que en nuestras prácticas hay de local y no esencial, así como lo que es más amplia y profundamente compartido. 2) Avanzamos resolviendo problemas globales que requieren la cooperación internacional, por lo que se hace necesario un CONOCIMIENTO sobre la realidad mundial del planeta. 3) Reconocemos obligaciones morales con el resto del mundo que son reales y de otro modo pasarían desapercibidas. Este argumento implica que no se debe confinar el pensamiento sólo a la esfera propia, sino que al tomar decisiones en asuntos políticos y económicos se debería tener en cuenta con mayor seriedad el derecho de otros seres humanos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad y 4) Elaboramos argumentos sólidos y coherentes basados en las distinciones que estamos dispuestos a defender. Este argumento hace referencia al doble discurso, en particular de la sociedad estadounidense, de la centralidad de los valores democráticos para cuando se delibera dentro del estado, y de la pérdida de fuerza de estos valores cuando se trascienden las fronteras nacionales.
  La propuesta cosmopolita de Nussbaum no está exenta de críticas, que responden a lo que Carlos Thiebaut (1999) denomina la tensión de la responsabilidad cosmopolita, tensión entre la condición cosmopolita y las identidades sólidamente consolidadas del clan, de la etnia o de la nación. Estas últimas refuerzan el impulso hacia la seguridad que suministran las identidades, formas parejas de valores y prácticas densas que adoptan la estructura social y moral de la comunidad. En esta línea de pensamiento se encuadran las críticas de Benjamín Barber (1999), que argumenta que lo que se necesita son formas de comunidad local y patriotismo cívico saludables y democráticas ya que la idea del cosmopolitismo poco o nada ofrece para que la psique humana se centre en ella.
Para Carlos Thiebaut (1999), es posible encontrar un punto de encuentro entre las posturas defensoras de la identidad cultural y las cosmopolitas; para las primeras, el reto es no deslizarse hacia identidades excluyentes de tal manera que A sea negación de B, sino de respeto a la diversidad. Para las lógicas cosmopolitas, el reto es no ser ciega a las particularidades de los distintos contextos de socialización (lo cual es una tentación demasiado fácil en el contexto actual de la GLOBALIZACIÓN uniformadora), para, precisamente, ser relevante en ellos.
2. Las propuestas políticas de la ciudadanía global
En el ámbito supraestatal, las propuestas de ciudadanía que persiguen el ethos cosmopolita avanzan en dos direcciones: por un lado, la emergencia de una sociedad civil transnacional (Falk, 1999) y las propuestas de construcción de una democracia internacional cosmopolita (Held, 1997).
Por lo que respecta a la primera de las dos cuestiones, sin caer en la ilusión de que todas las fuerzas sociales que emanan del tercer sector son benévolas, es importante reconocer que existen propuestas que están planteando alternativas al actual orden político y económico, dominado por los intereses de mercado y las prioridades de los países más poderosos, y que ofrecen resistencias a los excesos y a las distorsiones que pueden ser atribuidas a la globalización en su fase actual. Falk (1999) denomina a las primeras, globalización desde abajo, concebida en función de las necesidades de las personas (y de la naturaleza) para diferenciarla de la globalización desde arriba dirigida por el capital y éticamente neutral. Los agentes y procesos transnacionales y de base, se comprometen con diversas formas de acción, cuyo espectro abarca desde las actividades extremadamente locales hasta las globales, y a menudo están inspiradas por una CONCIENCIA ética que convierte en una realidad tangible la perspectiva cosmopolita (Falk, 1999). El FORO SOCIAL MUNDIAL de Porto Alegre es quizás la propuesta más tangible de esta perspectiva cosmopolita. Rafael Díaz Salazar (2002) y Marjorie Mayo (2005) incluyen como protagonistas de esta sociedad civil planetaria a las redes mundiales de movimientos sociales (como por ejemplo Vía Campesina, ATTAC, la Marcha Mundial de las Mujeres, Jubileo 2000, Greenpeace, Amigos de la Tierra, etc.), las redes mundiales de ONGD (como, entre otras, Social Watch, OXFAM, Médicos Sin Fronteras, la Federación Internacional de DERECHOS HUMANOS), el internacionalismo obrero, los sindicatos, las redes de consumo responsable y las redes mundiales de Centros de Investigación y Acción.
No faltan detractores de esta propuesta que dudan de las grandes propuestas de alcance universal que proliferan en los foros internacionales y que sostienen que los grandes cambios provendrán del combate que provocan los conflictos sociales concretos. Otro tipo de críticas son las que llaman la atención sobre las estrategias elitistas de las grandes organizaciones transnacionales que, siguiendo un modelo de mercado, imponen su criterio sobre las ONG de ámbito local y, en definitiva, acaban produciendo un imperialismo simbólico blando y conservador que conforta el actual orden mundial dominante (Dezalay, 2003).
Por lo que respecta a las propuestas políticas de construcción de una democracia cosmopolita, el autor más representativo es David Held (1997) que parte de unos principios básicos que definen lo que él denomina el modelo cosmopolita de democracia. La defensa de la autodeterminación de todos los colectivos (entendida desde el respeto a la autonomía y a las constelaciones de los derechos y obligaciones), la creación de una estructura común de acción política y la preservación del bien democrático (compuesto de derechos y obligaciones democráticas), son los tres objetivos de la democracia cosmopolita. La ciudadanía debería garantizar la PARTICIPACIÓN en todas las comunidades, desde lo local a lo global. El derecho cosmopolita garantizaría la forma y alcance de la acción colectiva y limitaría el proceder de determinados actores que pueden, en virtud de la lógica misma de su funcionamiento, distorsionar sistemáticamente las condiciones y procesos democráticos (por ejemplo, los ORGANISMOS INTERNACIONALES financieros o a las multinacionales). La democracia cosmopolita aglutina a muchas organizaciones, asociaciones y agencias que promueven sus propios proyectos, sean económicos, sociales o culturales; pero estos proyectos deben siempre estar sujetos a las restricciones de los procesos democráticos y la estructura común de la acción política. Asimismo, el derecho cosmopolita promovería la creación de un poder legislativo y un poder ejecutivo transnacional, efectivo en el plano regional y global, cuyas actividades estarían limitadas y contenidas por el derecho democrático básico. Incluso contemplaría el recurso al uso de la fuerza para hacer frente a las amenazas contra el derecho cosmopolita democrático proveniente, por ejemplo, de que en el caso de haber agotado las vías de negociación, se persistiera, en un estado determinado, en la violación de los derechos y obligaciones democráticas. Algunas de las propuestas concretas en el corto y largo plazo serían la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la creación de una segunda cámara en la ONU, la fundación de un parlamento global, el establecimiento de un nuevo organismo de coordinación económica, la creación de una fuerza militar internacional, el asegurar un ingreso mínimo garantizado para todos los habitantes del mundo, etc.
Sin embargo, el camino para la realización de propuestas globales no puede eclipsar la acción y la responsabilidad estatal. Por un lado, hay determinadas medidas que necesitan de la acción estatal. Como recuerda Chris Brown, "el interés en las formas políticas cosmopolitas no tiene que desviar la atención en la necesaria presión para crear un orden estatal menos excluyente en el que los beneficios de la ciudadanía westfaliana se extiendan a la mayoría de las personas" (Brown, 2001:24).
En segundo lugar, no puede esperarse que en todos los países del mundo la sociedad civil esté lo suficientemente fortalecida para poder emerger a una escala global. Los resultados de un estudio comparativo sobre el sector no lucrativo realizado por la universidad estadounidense Johns Hopkins, referido a veintidós naciones, pone en tela de juicio la idea de las ONG como un sector homogéneo y similar en todo el mundo (Salamon et al., 1999). Es importante que los objetivos cosmopolitas se compatibilicen con la creación de circunstancias, y esto pasa también por la acción del estado, en el ámbito local para que la sociedad civil global pueda emerger.
       (Fin del texto de Alejandra Boni)
 
Hasta aquí podemos afirmar que la ciudadanía humana es cosmopolita, por supuesto, pero abriendo considerablemente el concepto cosmopolita en su aserción cívica. Resultando un cosmopolitismo sin pretensiones a poderes de estado y sin ejercer la autoridad pública. Debe quedar claro: la CH que propone esta obra no persigue una nación humana universal. Porque la sociedad democrática humana es plurinacional. No buscamos nacionalidad, que ya tenemos (cada uno la suya), sino una ciudadanía más y fundamental en la autoridad ética y mundial para accionar de una vez por todas el nivel cosmopolita y que su ejercicio de conciencia y voto complete al individuo civilizado de nuestra especie común.

Otro argumento en contra de la argumentación filosófica de la ciudadanía cosmopolita lo ofrece Michael Walzer (1999), que sostiene que para llegar al cosmopolitismo hay que comenzar con despertar un sentimiento de fraternidad y vecindad hacia nuestros vecinos y conciudadanos. Además, para Walzer, la ausencia de un estado mundial, hace imposible la idea de una ciudadanía universal, donde no están claros los derechos y obligaciones de los supuestos ciudadanos y ciudadanas.
Ante estas críticas, Nussbaum acaba afirmando que el sustrato ético del cosmopolitismo es considerar a las personas como moralmente iguales, lo que significa que la nacionalidad, la etnia, la clase, la raza y el género, son moralmente irrelevantes. Eso no significa no ser conscientes de las diferencias, pero éstas deben ser entendidas de una manera no jerárquica: "el reto de una ciudadanía mundial consiste en avanzar hacia un estado de cosas en el que todas las diferencias se entiendan de manera no jerárquica" (Nussbaum, 1999:166).

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